viernes, 1 de diciembre de 2006

piscomagia monopolizada?

Desde la Medicina Tradicional
las terapias del cineasta
no pueden ser monopolizadas por él
por Raúl Tortolero


Desde su aparición, he estado leyendo algunos de los libros de Alejandro Jodorowsky. Uno de los primeros, el de “Psicomagia”, en un principio me pareció interesante. Se trataba de una entrevista donde el cineasta contesta cada una de las preguntas que le hacen en torno a su acercamiento a lo que podemos llamar pensamiento mágico, magia o sabiduría ancestral.

Pero creo que el tuétano de ese libro está en su relación y experiencia con Pachita, una gran chamana mexicana fallecida hace años. La señora operaba muy distintos tipos de enfermedades. Daba diagnósticos atinados, usando sus dones, apoyada siempre por lo que ella consideraba el espíritu de Cuauhtémoc, y mucha gente llegó a sanar. A decir verdad, he conocido alguna persona que no se sanó luego de su tratamiento con ella, pero hay muchos testimonios a su favor. (Ver mi artículo sobre Pachita).

Jodorowsky relata y analiza sus vivencias con Pachita, de quien se convirtió algún tiempo en ayudante. Incluso él mismo afirma haber sido intervenido por ella por un problema en el hígado, de forma exitosa.

El artista describe la enorme fe de la señora, su gran energía, y describe algunas de las curaciones efectuadas por ella poniendo el acento en su interpretación simbólica, onírica.

¿Primitivos? ¿Demasiado occidentales?

Hasta ese punto todo va bien. En algún momento Jodorowsky dice que él, -a diferencia de lo que le sucedió a Carlos Castaneda con su maestro chamán yaqui Don Juan, de quien se habría hecho aprendiz hasta llegar a ser chamán-, pensó que no podría hacerse chamán, porque no proviene de una “cultura primitiva”.

Y explica a su entrevistador que cree que sólo pueden hacerse chamanes quienes son originarios de culturas primitivas.

En esto me detengo. Me parece estorboso que Jodorowsky crea que él es muy occidental como para hacerse chamán. El señor proviene de Chile, de una familia de origen este-europeo judía, y luego ha vivido en México y en Francia, quizá entre otros lugares.

Si ha pasado muchísimos años en México, no entiendo de dónde le venga tanta “occidentalidad”. México no es una cultura primitiva, sino primigenia, originaria, ancestral, y ahora mezclada, como todas con la globalización, con influencias de otras civilizaciones, sobre todo, por supuesto, la estadounidense y la europea.

Esto quiere decir que si bien en México hay fábricas hipertecnologizadas, y hay una Constitución, un marco legal, tratados de libre comercio internacional, escuelas bilingües, aeropuerto, malls, telefonía celular, televisoras y un incipiente sistema democrático, también existen usos y costumbres indígenas y negras. Hay huicholes, pueblos de habla náhuatl, tarahumaras, tojolabales, lacandones increíbles, mazatecos, y un largo etcétera.

Hay muchísimas expresiones de cultura popular sabrosas y ricas, como la música, la medicina tradicional, la danza, la gastronomía, el calendario azteca o tonalámatl, danza conchera… Es decir, no entiendo de qué está hablando el señor Jorodowsky cuando se considera muy occidental como para poder integrarse a la medicina tradicional a la cual supuestamente fue invitado por Pachita. El señor Jorodowsky no nació en Nueva York, ni en Londres. Es un latinoamericano. Pero en fin.

¿Psicomagia?

El problema no es que por sentirse muy “occidental”, tal vez demasiado racional, no se haya podido hacer chamán con esa maestra preciosa como Pachita. No. El problema es que a raíz de eso haya tenido que inventar algo que ha nombrado “psicomagia”.

¿Qué es eso? Nada, una cruza de psicología y magia, como si la “magia” por sí misma estuviera exenta en algún momento de psicología, de rigor, pero sobre todo como si necesitáramos este tipo de novedades, por no decir improvisaciones.

Otra cosa que es muy grave y hay que tener cuidado es que “nadie está autorizado” más que Alejandro Jodorowsky y sus parientes, léase esposa o hijos, para practicar la llamada “psicomagia”. ¿Qué tal eso? Queda demostrado ahí su espíritu comercial. ¿Cómo es que nadie puede practicar esa cruza sino él y sus cuates?

A él Pachita no le dijo que la medicina tradicional sólo podían practicarla ella y sus hijos. Por eso lo invitó a él, que años después se saca de la manga esta “psicomagia”, que no es ni psicología, ni magia, sino una terapia monopólica registrada seguramente a nombre de don Alejandro. Qué barbaridad. Vaya con este alumno de Pachita.

Es un truco ingenioso y muy comercial eso de la psicomagia. Retoma todo lo que aprende de la medicina tradicional mexicana, vía Pachita, le cambia el nombre y prohíbe su uso a nadie que no sea su familia.

Esto en el fondo es algo muy molesto, es una agresión contra el conocimiento antiguo. A ningún médico que yo conozca se le ha ocurrido cambiarle el nombre o ponerle una etiqueta personal a lo que otros médicos le han enseñado, a lo que le han brindado de buena fe, para que pueda ayudar a más personas.

¿Psicochamanismo?

Pero la cosa no queda ahí. Más tarde el señor Alejandro “evoluciona” e inventa algo que llama “psicochamanismo”. Me ahorraría comentarios al respecto de no ser porque el término me causa al mismo tiempo estupor y risa. ¿Qué diablos es eso?

El chamanismo nunca ha sido ajeno a la comprensión de la psicología, y la verdad es que es una expresión que va mucho, pero mucho más allá de la “psicología”, sea cual sea la corriente o escuela de donde es emanada. El “chamanismo” es una forma de vida, una forma de entender y vivir la vida, el mundo, un camino, y lo incluye todo, como hemos insistido largamente, la alimentación, los sueños, los procesos de pensamiento, el ordenamiento de las emociones, las relaciones personales y con los planos trascendentes, la familia, la naturaleza, Dios.

Por esto, crear algo que se llame “psicochamanismo” es una tautología y también demuestra la falta de comprensión que Alejandro posee de ambos fenómenos, tanto de de la psicología (por ejemplo la de Carl G. Jung), como del chamanismo.

¿Con qué fin lo inventa? ¿Para ayudar a los demás a sanar? Qué bien, pero si después no autoriza sino a unos cuantos para practicar esa terapia suya, entonces ¿de veras quiere ayudar? Así sólo ayudará a unos pocos. No creo que sea necesaria la autorización de nadie para ayudar a otros. Aquí lo que importa es que la gente sea ayudada, que sane, que viva plenamente, no importa la técnica, el camino que se use. Importan los resultados. Si los hay, excelente.

Otra cosa que debemos entender es que cada médico tradicional cura de manera distinta. Si has conocido algunos, sabrás que unos curan a base de hierbas, otros con sus manos, otros con aguas, otros más con masajes, o con oraciones, con temazcal, con espíritus, con ceremonias, con rituales, con huesos, con flores, con recitaciones, con cantos, con maíz, con limones, con velas, con insectos, con golpes, con lo que tengan a la mano.

Esto significa que cada médico es único e irrepetible. Imaginemos si porque son únicos cada uno va a ponerle un nombre distinto a lo que hace, a su modo, a su camino, a su estilo, a su terapia, y lo va a patentar para uso exclusivo para que nadie más pueda usarlo y explotarlo monetariamente sino él.

No se requiere de títulos diferentes, que enarbolen el ego de sus dueños o monopolizadores, sino de meterse en la medicina tradicional a fondo y proponer algo que la enriquezca. Y eso es una tarea que lleva toda la vida.

Además, conozco varios médicos tradicionales que son más que fantásticos. Mucho más increíbles y revolucionarios que don Alejandro Jorodowsky en sus métodos curativos, en su idea de la vida y del mundo, y sobre todo, que no viven como estrellas de cine, como divas, ni tan estresados como don Alejandro. Y esos médicos son bien humildes, sólo son parte de un río, gota de un mar, no buscan las palmas, sino ayudar. Aportan mucho, pero saben ser humildes.

Bueno, en todo caso, no sería importante que a Jodorowsky le guste tanto el relumbrón, los medios de comunicación. Lo que sí importa es que funcione su terapia. De esto no sé nada. No tengo razones para desconfiar de él, de sus conocimientos, aquí no intento denostarlo, ni mucho menos descalificarlo de ninguna forma, él señor ha hecho su lucha y su camino. Pero eso no quita que yo pueda expresar libremente mis opiniones sobre algunos aspectos de sus inventos terapéuticos.

Pachita le jaló las orejas

Hace unos tres años, yo vivía en Guadalajara. En el marco de la Feria Internacional del libro (la famosa FIL), Jodorowsky viajó a esa ciudad para presentar uno de sus libros. Iba a dar una charla en la Preparatoria 1, en el centro de la ciudad.

En su libro Psicomagia relata que cuando conoció a Pachita tuvo miedo, ya que, dice, ella podía introducirle un “programa” en la psiqué que le afectara para mal o para bien incluso meses después. Para evitar eso, mandó a sus cuates a comprarle ropa, de manera que llegara a tal encuentro despersonalizado, vestido con gustos ajenos (como si con esto no revelara más aún su miedo y hablara mucho más de sí mismo) y sintiéndose de esta forma protegido contra la chamana.

Describe que también compró una chuleta y la envolvió en papel estaño y la metió en la bolsa de su saco. Así, al contacto con esa cosa extraña, según él recordaría que se hallaba frente a algo desconocido y peligroso.

Llegado el momento de tener a Pachita enfrente, ella lo vio y le dijo: “Hola mi niño”, y él tenía unos 40 años y le extrañó ser llamado “niño”, pero, dice, internamente era aún un niño porque aún no se sentía maduro en muchos aspectos. Perfecto. Eso

sería hace al menos unos 30 años. Bueno, pues 30 años después, tal vez casi 40, Jodorowsky andaba promoviendo su libro de Psicomagia en Guadalajara.

Horas antes, yo mismo compré una chuleta y la envolví en papel estaño. También compré una fruta llamada “Carambola”.

Juro que todo esto es cierto y Alejandro Jodorowsky lo sabe muy bien. Un ayudante de su editorial es testigo de todo esto que narro aquí por primera vez.

El cineasta se bajó de un auto negro, vestido de traje, minutos antes de que diera inicio su conferencia. Lo estaba esperando, perfectamente atrincherado y calculando dónde pararía el auto que lo traía.

Entonces le dije:
-Hola, mi niño.
Se me quedó viendo y me contestó:
-Hola.
Caminamos juntos algunos pasos, le sonreí y me sonrió.
Entonces le dije:
-Oye, tengo algo para ti -y acto seguido le entregué la chuleta envuelta en papel estaño. La tomó sin dejar de caminar y la metió en una bolsa lateral de su saco.
Me preguntó:
-¿No es mota, verdad?
-No -le contesté-. Es algo mejor. Y entonces siguió caminando, se metió a un salón abajo a charlar un momento con el director de la escuela y algunas personas más y ahí lo dejé.
Minutos después, subió a la conferencia y mientras explicaba qué era la psicomagia, tenía la chuleta en su saco sin saberlo. Todo el tiempo que instruyó a sus discípulos, la chuleta lo acompañó. Cuando todo finalizó, lo volví a encontrar en un pasillo, y le extendí la carambola. La tomó y dijo:

-¿Qué hago con esto?

Se la dio a su ayudante, quien la guardó. Y se fue, tal vez a su hotel.

2 comentarios:

neuma dijo...

Porque Jodorowski me prohiba algo que me da en sus libros, no dejaré de hacerlo. Sobre todo si él pocas normas respetó para llegar a aquello. Y lo curioso es que aún así entrega su conocimiento, y a mi me parece una vacuna que el mismo creo contra los idiotas que viven en un mundo analogo, muy propio de quienes podrian erroneamente hacer más una locura dañida que psicomagia.

Algo de su sanación he obtenido gracias a Gabriela, su discipula chilena, y nunca nos dijo a los psicolgos, directamente, no lo hagan... por el contrario, tengan cuidado... lo unico que no ha hecho es certificarnos... y eso a quien le importa...

lunaradiante dijo...

El articulo deja de manifiesto lo que uno puede percibir cuando lee que solo A.J. y sus parientes son los "unicos idoneos" para ejercer una serie de conocimientos que otros menos populares ya poseen y ejercen mucho antes de que ellos existan. He leido y escuchado opiniones, escritos y libros de A.J. con gran interes y respeto. Su trabajo de compilacion bibliografica enriquecida por su propia experiencia de vida son fascinantes. El nos ofrece en lenguaje ameno y claro un buen resumen de algo que se adapta a las necesidades de nuestro tiempo, y por ello todo mi respeto y gratitud. No esta mal querer ganarse la vida de esta manera, pero no esta bien pretender que solo él y los suyos tienen este don=conocimiento. Esto me hace pensar en un discurso obscuro de otras epocas nada gloriosas de la humanidad. Hacer incapie en la prudencia que hay que tener, es muy noble y oportuno, pero de ahi a "prohibir" a otros de usar el termino "psicomagia" como una marca registrada?! A ver, me pregunto si se trata de un problema de lucro personal?, o bien acaso no vivimos en un universo generoso y prospero? Se me oucrre que el miedo de que no hay suficiente para todos, o que esto esta reservado a una elite fundamentan esta postura. Claro, que me quedan muchas preguntas. Quizas las respuestas no son importantes. Ojala que esta humilde critica permita reveer y/o interrogarse sobre esta actitud por lo menos mesquina y contraria al progreso de la humanidad. Afectuosamente, Luna